Opinión | Ofensiva ultraderechista en América Latina | Raúl Ramírez Baena

Ofensiva ultraderechista en América Latina

Por Raúl Ramírez Baena*

“Esa biblia reinterpretada desde un hombre moderno norteamericano es el origen de la posibilidad de una nueva Biblia, eso es hoy usado por la OEA y la nueva política norteamericana que se está retirando de Medio Oriente. Se habían alejado de América Latina, pero como en Irak e Irán han sido derrotados, vuelven a Latinoamérica y la quieren recuperar. Eran sutiles los métodos pero hemos vuelto a los golpes de Estado”

Enrique Dussel

El Golpe de Estado en Bolivia (que, contrario a lo que muchos niegan, sí fue un Golpe de Estado porque arribó un gobierno fuera del marco constitucional de ese país, sin elecciones de por medio, sin declaratoria de ausencia del presidente Evo Morales por el Congreso y sin mayoría legislativa que lo avalara), es el corolario de una fuerte campaña continental, al amparo de Donald Trump, para que la ultraderecha fascista, evangelista, blanca, ultranacionalista y neoliberal, se haga del poder en los países de América Latina para enraizar el neoliberalismo.

La irrupción político-ideológica-económica de la ultraderecha Continental se da por la vía judicial-electoral como en Brasil, en la forma de “Golpes Blandos”, o por la fuerza policíaca-militar-legislativa como en Bolivia, para revertir la influencia y los avances económicos y sociales de líderes antineoliberales y progresistas, no necesariamente izquierdistas (para el experto en geopolítica Alfredo Jalife, ya no hay derecha e izquierda en el mundo, sino globalistas y nacionalistas; globalistas puede ser, por ejemplo, China, y nacionalistas, Trump).

Debido a la globalización de la economía, la mayoría de los países latinoamericanos sucumben a la presión neoliberal: mediante el voto popular unos pasan de un gobierno neoliberal progresista a uno neoliberal conservador, o viceversa, es el caso de Ecuador, Brasil, Argentina y Uruguay. Bolivia experimentó este cambio de un día a otro a través del Golpe de Estado. Así, cuando un pueblo vota por un candidato progresista o conservador, no necesariamente quiere decir que la consciencia popular se identifica con esa corriente ideológica. Votan más bien por un cambio de régimen por el hartazgo debido a la corrupción y la inseguridad, como México, Brasil y Ecuador.

En la realpolitik del S. XXI, ningún Estado, por muy progresista, socialista o antineoliberal que sea, puede abstraerse del globalismo mundial neoliberal, ni Cuba, Venezuela, Argentina y México, que tienen que abrirse al mundo.

El factor evangélico

España y Portugal conquistaron en el S. XVI a Mesoamérica y a Sudamérica con la Cruz y la Biblia Católica por delante. Hoy, como se ha mostrado crudamente en Bolivia, la conquista ya no es de un país a otro, sino de una economía social a otra de corte ortodoxa neoliberal, que, con la Biblia Evangélica como estandarte, destruyen las bases del Estado laico y construyen poco a poco otra base social intentando destruir los valores, la identidad y la cultura de los pueblos originarios mediante la enajenación y la alienación popular (como “Pare de Sufrir”), cuyas tradiciones estorban a los planes del capital financiero internacional y los oligopolios, liderados por los EUA. Es el nuevo despojo de los bienes y las riquezas culturales, sociales y naturales de los pueblos.

Cuba, Venezuela y Nicaragua han resistido los embates del imperio que se dan a través de la penetración ideológica evangélica y del capital financiero internacional mediante unilaterales e ilegales bloqueos financieros, económicos, mercantiles y políticos contra estos países por parte de los EUA, gracias a sus políticas sociales y, aprendiendo del Golpe Militar de Pinochet en Chile contra el presidente Salvador Allende en 1973, gracias a que mantienen la lealtad de las cúpulas militares a pesar de fuertes cañonazos en dólares que el imperio les ha ofrecido; a pesar de la OEA, brazo político de Washington y de la propaganda en su contra desplegada por la prensa global y convencional.

México se cuece aparte

Como el resto de los países de América Latina, México no está exento de la penetración evangelista a través de los medios de comunicación y de las redes sociales, y del cada vez más fuerte posicionamiento de la cúpula militar en el gobierno.

El Presidente AMLO ha apostado por dos lances arriesgados: por un lado, desde su campaña electoral estableció una alianza con las corrientes evangélicas para que arriben al Congreso, ofreciendo a representantes de las iglesias Católica, Anglicana, Evangélica, Luz del Mundo y de la Cienciología, además de las iglesias Luterana, Budista, Musulmana, Sikh y Judía integradas al Consejo Interreligioso de México, participación en el proyecto social y político de la Cuarta Transformación. Además, ha ofrecido a la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas, concesiones en medios de comunicación para difundir sus mensajes religiosos y la distribución de su “Cartilla Moral”.

Por otro lado, AMLO ha superado los espacios políticos otorgadas por Calderón y Peña Nieto a la cúpula militar, al fortalecer la presencia del sector castrense en la vida civil en torno al urgente combate a la inseguridad y al crimen, asuntos de seguridad pública de competencia exclusiva de la autoridad civil, concesionando a la Guardia Nacional militarizada estas funciones.

¿Sera que AMLO quiere tener cerca al “enemigo” para controlar a la derecha y a la ultraderecha, con el riesgo de que el Estado sea rebasado por las corrientes evangélicas y las cúpulas militares, como ha sucedido en otros países del Continente a lo largo de la historia? Esperemos que no.

*Director de la Comisión Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste