COMUNICADO POR EL DÍA INTERNACIONAL DEL REFUGIADO Y REFUGIADA
Tenosique, Tabasco, 20 de junio de 2017
En febrero de este año, denunciamos que el Estado mexicano se negaba a atender la grave crisis de personas refugiadas que solicitaban asilo en México. El procedimiento, la larga espera para la respuesta, las innumerables violaciones a los derechos humanos por parte del INM y de la COMAR que dimos a conocer en nuestro primer informe que presentamos en el pasado mes de abril; la falta de una política pública, en los tres niveles de gobierno para las personas refugiadas, son solo algunas manifestaciones para volver a decir hoy, en el marco del día internacional del refugiado y la refugiada, que la situación no mejora, sino que empeora. A continuación, damos cuenta de esta afirmación:
No es para nadie desconocido que la política migratoria y de refugio de los Estados Unidos, ha venido a manifestar la dolorosa situación de cientos de personas que anhelaban llegar a ese país con la esperanza de encontrar un lugar donde vivir y trabajar dignamente. El endurecimiento de dicha política se manifiesta también en la incertidumbre en la que tienen que vivir millones de personas en la espera de una inminente deportación, o que una vez saliendo de ese país no los dejen retornar. El número de personas que atraviesan México de sur a norte para ingresar a los Estados Unidos ha bajado considerablemente, pues el viaje se ha encarecido mucho y México sigue persiguiendo, deteniendo y deportando seres humanos sin ninguna consideración. Las órdenes ejecutivas del Presidente de los Estados Unidos han tenido un efecto dominó en los países del así llamado corredor americano. De diferente manera se replican las prácticas asumidas desde la política migratoria estadounidense en las políticas migratorias de México, los países centroamericanos y algunos sudamericanos.
Desde hace algunos años México es país de destino. Las grandes urbes del territorio mexicano son cada vez más receptoras de personas que se establecen en búsqueda de trabajo, vivienda, y estabilidad. Sin embargo, ni el Estado ni la sociedad mexicana están preparados para generar sociedades integradoras. No poseemos la conciencia de ser un país de migrantes y para migrantes. La violencia generalizada y la sistemática violación a los derechos humanos que padecemos los mexicanos les tocan también padecerla a las personas migrantes y refugiadas. Incluso, hemos llegado a declarar, que los migrantes y refugiados son de los grupos más afectados por la crisis que vivimos en México. Sin embargo, no podemos renunciar a recuperar que nuestro país sea un lugar de destino donde a las personas que vienen huyendo de una economía de muerte, de una desigualdad desvergonzada, de una pobreza extrema, y que vienen caminando en estado de sobrevivencia, México les ofrezca un lugar digno y estable para vivir y trabajar.
Lo hemos dicho reiteradamente: El Estado mexicano se niega sistemáticamente a ofrecer refugio a las víctimas de la violencia en Centroamérica. Los datos que ponemos a continuación así nos lo demuestran:
La 72, ha acompañado el proceso de 202 solicitantes de la condición de refugiado en Tenosique entre los meses de enero y junio de 2017. Hasta ahora hay CERO RECONOCIDOS, como refugiados en este año. Solo a 6 solicitantes les han dado Protección complementaria. |
Queremos señalar que de las personas que representan estos números, son las y los adolescentes quienes más padecen esta situación. Si los anteriores datos no son una negativa del Estado mexicano a dar refugio, ¿qué es?
México no puede seguir siendo cómplice de esta situación. México no puede seguir con una política de persecución salvaje, de deportación masiva y violación a los derechos humanos de migrantes y refugiados. El pueblo de México no puede dejarse contagiar por la xenofobia, la discriminación de los sentimientos de nacionalismos. Tenemos la obligación de parar todo brote de odio y generar sociedades integradoras que recuperen dignidad y exijan el respeto de los derechos humanos de las personas que huyen de sus países. No podemos ser más pieza de ese círculo mortal que significa la migración y el refugio.