6 de agosto de 2024
Significa mucho para aquellas personas que están oprimidas saber que no están solas. Nunca dejes que nadie te diga que lo que estás haciendo es insignificante.
Desmond Tutu
En este año 2024 del jubileo de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas para celebrar 100 años del nacimiento de Jtatic Samuel Ruiz García(+); 50 años del Congreso Indígena y 10 años de haber creado la pastoral de la Madre Tierra, la Comisión de Apoyo a la Unidad y Reconciliación Comunitaria, (en adelante CORECO) celebra las semillas de dignidad plantadas en esta Diócesis que siguen floreciendo esperanzas en el buen vivir para los pueblos que viven en estos territorios.
En CORECO, cumplimos también 28 años de caminar con servidores, representantes de comunidades, mujeres, jóvenes, la búsqueda de la paz, la unidad, la reconciliación comunitaria, el buen vivir.
En nuestros orígenes, el 8 de julio de 1996, se decía que “el aumento de la violencia armada se derivaba de una mayor represión y autoritarismo, así como de un proceso creciente del uso privado de la fuerza. En este marco la guerra se ubicó en la hipótesis de ser una forma de hacer política, sin canales para resolver el conflicto”.
Lo que hoy vivimos, 28 años después, es la continuación de la violencia y la guerra, con nuevas prácticas que hacen permanecer el fin.
El asesinato de 11 civiles inocentes en Chicomuselo, servidores de la iglesia que defendían el territorio comunitario, muestra abierta y claramente la intención de desarticular cualquier intento de organización en la región, sin importar los costos en vidas humanas de quien se opone al desarrollismo extractivista que lesiona sus derechos más elementales.
Hoy como entonces, los oídos parecen estar cerrados, sordos ante los reclamos históricos de los pueblos originarios, la “acumulación originaria permanente” sigue imponiéndose, aumentando la espiral de violencia, que sigue dejando familias y comunidades divididas, confrontadas por distintos proyectos: el de vida y el de la muerte paulatina para los pueblos.
Sin embargo, y también como entonces se afirmaba: no se ha muerto “la savia que alimentó al joven y antiguo tronco del Congreso Indígena de 1974”; fortalecer la legitimidad desde abajo: “nuestra única defensa es organizándonos todos/todas para que podamos tener libertad, trabajar mejor. Nosotros tenemos que ser todas/todos el nuevo Bartolomé, lo vamos a lograr cuando seamos capaces de defender la organización, porque la unión hace la fuerza”.
En CORECO, hemos aprendido y seguiremos aprendiendo de la ancestral sabiduría y espiritualidad de los pueblos originarios, que nos invitan a recordar y conectar la búsqueda de la paz en nuestros propios corazones para seguir caminando hacia el lekil kuxlejal. Somos más los que queremos la paz con justicia, democracia, dignidad. Somos muchos los que continuamos caminando la comunalidad, el respeto, los buenos acuerdos. Estamos convencidos de seguir caminando la paz junto con ellos y ellas.
También agradecemos la colectividad de organizaciones legítimas que nos articulamos como sociedad civil, para el logro cotidiano de la cultura de paz, buscando así poner nuestro granito de arena a la democracia. Gracias a todas y todos los constructores de paz que en sus espacios comunitarios, locales, privados, trabajan por la unidad comunitaria y son la razón de ser de CORECO.