“Una, dos, tres por mí y por todos mis compañeros”.
¿Cómo llegamos a este punto, a acostumbrarnos a un país de muertos y de corrupción generalizada? Parecería que todo sucedió de una mañana a otra, sin embargo, no fue así. Gran parte de la situación actual se debe a la incompetencia de los gobiernos anteriores, de décadas de corrupción sistemática, pero muchas veces no nos percatamos de que participamos directa o indirectamente en las causas que nos llevaron a este punto.
¿Dónde se jodió la seguridad? Segura estoy, empezó cuando se robaron las elecciones y lo toleramos y nos sentamos a negociar con ellos por el bien del país. Como diría Miguel de la Madrid, un “fraude patriótico”. No obstante, continuó cuando en la misma sociedad fuimos cómplices de pequeños actos que parecían inofensivos, pero que al generalizarse terminaron por sistematizar la violación a la ley. Como cuando sin pensarlo pasábamos fayuca de poco en poco, o cuando dábamos mil pesos al de aduana para pasar más de la cuota permitida. También, cuando en el tianguis comenzamos a comprar esa fayuca o productos pirata por ser ‘más barato’. Se comenzó a venir abajo cuando fue más fácil darle la ‘mordida’ al tránsito para que no se llevara mi carro al corralón.
La seguridad y el Estado de derecho siguieron deteriorándose cuando fue mejor ganar las elecciones, “haiga sido como haiga sido”, con tal de que no llegara López Obrador. La descomposición aumentó cuando se toleraron los ‘moches’ en el Congreso y no hicimos nada. Peor aún, volvimos a dar otra oportunidad a los de ese partido, cuya corrupción estaba probada por décadas de mal gobierno.
El Estado de derecho se acabó de joder cuando las esferas más altas del gobierno tuvieron de forma indebida casas blancas y en Malinalco. Cuando nos acostumbramos a que alcaldes y gobernadores robaran algunos millones en lugar de atender la seguridad, o cuando un presidente de partido utilizó recursos públicos para las elecciones y no fuimos hasta las últimas consecuencias.
Nosotros fuimos partícipes cuando compramos el título de prepa al hijo; cuando, sin darle mayor importancia, le vendimos cerveza al menor de edad o cuando fuimos cómplices de nuestros hijos para que sin edad entraran a Facebook. Entonces se terminó de venir abajo cuando, ya desesperados, avalamos el linchamiento a un delincuente porque creemos que no hay otra manera de hacer justicia, o cuando invitas a brindar al corrupto que tanto criticaste y que hoy ocupa el cargo público para que a tu negocio le vaya bien.
Podría continuar con esta lista. Estoy segura de que ya recorrió tu mente y agregaste otras razones por las que se jodió.
Sí, no fue sólo una causa la que nos llevó al punto donde estamos: en el que hoy nos piden militarizar la seguridad de forma permanente. Sigo defendiendo que debe ser temporal y que la seguridad debe corresponder a autoridades civiles: si otros países lo lograron, nosotros también podemos lograrlo. Sin embargo, no será un solo acto el que nos regrese un país con tranquilidad y justicia. Por ello y para ello se necesita de todos y todas: abstenernos de ser partícipe de estas acciones cotidianas que parecen ser insignificantes, pero que en el agregado han socavado al Estado de derecho. Apoyemos en lo individual, pongamos de nuestra parte y, si de plano no quieres hacerlo, por lo menos deja trabajar a quien sí lo hace. Ya lo dijo alguien anteriormente: hacer un México mejor para vivir, es tarea de todos