Pueblos y comunidades indígenas, agrarias y campesinas, asentamientos con historias precolombinas y de ocupación humana muy antiguas, afrodescendientes, de diversos Estados y de seis países de América Latina que enfrentamos la imposición del modelo extractivista en nuestras tierras y territorios, nos hemos reunido durante tres años para intercambiar herramientas y metodologías de acciones no violentas para enfrentar este modelo “que ha acentuado los niveles de pobreza, desigualdad, agotamiento de los bienes naturales y destrucción ambiental, dejando una estela de dilapidación e incluso de muerte, por toda nuestra región” según la Carta Pastoral de los Obispos del Celam recientemente publicada.
Constatamos que los daños del modelo extractivista son irreversibles, van contra la vida de los pueblos pues atacan el corazón de nuestra cultura y cosmovisión. Analizamos que provoca graves daños ambientales a nuestra Madre Tierra y arrebata el agua tan necesaria para nuestra vida comunitaria, familiar, cultural y de reproducción social. Nos condenan al desplazamiento forzado, al desarraigo y a afectaciones a la salud de nuestras familias, mujeres, ancianos, jóvenes, niños y niñas, pretendiendo cancelar así el futuro para nuestras nuevas generaciones, nuestras raíces y conocimientos ancestrales.
Nuestra resistencia y nuestra lucha en defensa de la Madre Tierra nos ha traído como consecuencia la represión, la intimidación, la amenaza, la persecución, el encarcelamiento y el asesinato de defensores y defensoras comunitarias de derechos humanos. Constatamos que los Estados crean leyes y reformas para permitir que las grandes empresas nos despojen de nuestros territorios; usan el sistema de impartición de Justicia para criminalizar nuestros movimientos; buscan imponer el modelo extractivista manipulando el derecho a la consulta y al consentimiento libre, previo e informado para no respetar nuestros derechos ancestrales al territorio, al cual también nos impiden el acceso mediante la imposición de “areas naturales protegidas”.
Quienes hemos decidido defender la vida y la Madre Tierra estamos en un riesgo constante bajo las amenazas de empresarios, de la delincuencia organizada y del Estado, favoreciendo el camino de la impunidad, la injusticia, la desigualdad, el despojo, la explotación, el desprecio en contra de nuestros pueblos originarios y comunidades, su cultura y su cosmovisión.
Ante esta realidad, ratificamos nuestro compromiso de seguir luchando por un proyecto de vida para y por nuestros pueblos, comunidades campesinas, indígenas y no indígenas, por nuestras generaciones venideras y por el cuidado de nuestra Madre Tierra. Seguiremos impulsando acciones ciudadanas noviolentas expresadas en tejido de redes aliadas, procesos organizativos, intercambio de experiencias, modelos de defensa comunitaria y en el contexto del proyecto de muerte que trae el modelo extractivista, el fortalecimiento de nuestra identidad cultural y originaria, la unidad comunitaria en defensa de nuestros territorios y el establecimiento de acuerdos para declararnos libres de minería y megaproyectos, mediante actas de asambleas y cabildos, creación de comités de vigilancia, peregrinaciones, foros informativos, capacitación, fortalecimiento de nuestra expresiones culturales y espirituales y de relación con la Madre Tierra, entre otras muchas acciones. Así como el uso de instrumentos jurídicos y la incidencia política como herramienta ciudadana de participación y de influencia para mostrar la fuerza de nuestros argumentos y de nuestra lucha,
Conscientes que la palabra clara del Papa Francisco a través de la Encíclica Laudato Si’, fortalece también nuestra lucha y nuestros corazones para seguir trabajando desde nuestros territorios por revertir los daños a nuestra Casa Común, que para nosotros es la Pacha Mama, la Madre Tierra, nos pronunciamos por seguir fortaleciendo acciones noviolentas que nos permitan continuar nuestra lucha por la vida. El Papa Francisco ha dicho que el modelo extractivista tiene un problema ético que nos invita a pensar en un sólo mundo y en un proyecto común con responsabilidad compartida y aportes diferenciados, lo que los Estados de América Latina debieran escuchar, pues los pueblos originarios y las comunidades campesinas y afro descendientes afectadas por el extractivismo hemos puesto nuestra vida en el cuidado de la Madre Tierra.
Invitamos a los pueblos y comunidades de América Latina y el Caribe, a seguir profundizando en la organización y la defensa de la unidad comunitaria y de la vida para nuestros pueblos, por la reconstitución de nuestros territorios y a solidarizarse con las luchas de quienes seguimos resistiendo, por la defensa de nuestro inalienable derecho a la autonomía y libre determinación y a una vida digna para nuestras generaciones futuras.
Pax Christi International como movimiento católico de paz acompañamos a organizaciones en América Latina y a sus comunidades reunidas hoy aquí, y desde nuestro estatus consultivo hacemos un llamado a la Organización de las Naciones Unidas, a la Unión Europea, a la Organización de los Estados Americanos y al Vaticano, quienes han puesto en sus agendas el problema de las extractivas y su impacto en los derechos humanos, para que ejerzan más presión sobre nuestros gobiernos de América Latina y sobre las corporaciones trannacionales, para que respeten los estándares relacionados con los derechos humanos, haciendo eco a las voces de las comunidades y los problemas que las aquejan.
En esto está nuestro compromiso; seguiremos construyendo y fortaleciendo las redes de vida, de resistencia noviolenta, de ciudadanía activa porque creemos en la vida plena desde la dignidad humana.