COSYDDHAC | ¿El Estado laical violentado?

 

Me sorprende la ausencia de los doctores de la ley, de los tantos sabios y peritos que en estos días han saltado a la palestra, cuando el prófugo de la justicia César Horacio Duarte Jáquez violentó de manera tan descarada y flagrante el “estado laical”. Con una mano saqueaba el Estado y con la otra lo consagraba al Sagrado Corazón de Jesús. ¿Estarían con la cabeza inclinada esperando la gracia divina y secundando el delito? ¿Estarían gestionando en el extranjero una residencia para el señor? Tal vez, y por esa razón no se dieron cuenta de tamaño sacrilegio que convirtió al autor en un delincuente con todos los elementos no sólo para ser procesado sino para ser destituido como máxima autoridad del Estado. ¿Eso no violentó el “estado laico”? ¡Qué descaro! Quienes aceptaron y callaron este hecho, quienes con su presencia lo avalaron, quienes bajaron la cabeza y aplaudieron, se convirtieron en cómplices de un delincuente. ¿Por qué razón no se rasgaron las vestiduras entonces? ¿A quién le tuvieron miedo? ¿Por qué callaron?

“Veritas liberabit vos” (consulten Google por si no saben la traducción).

Si yo violentara el “estado laico” aceptaría que se me aplicara la ley, a diferencia de quien sí lo hizo y no fue “tocado ni con el pétalo de una rosa…”

Antes de ser sacerdote soy ciudadano; primero fui ciudadano y luego sacerdote, y esta opción personal en ningún momento me quita mi ciudadanía, misma que es patente con mi pasaporte y con mi credencial de elector, documentos ambos otorgados a mi persona por el estado mexicano.

El “estado laico” se violenta, el “estado laico” se rompe cuando actúo como ministro de una iglesia, cuando actúo en mi carácter sacerdotal, cuando hago proselitismo dentro de unas oficinas de gobierno, cuando celebro un rito religioso en esos espacios; pero no cuando actúo como cualquier ciudadano, defendiendo los derechos de las personas, atendiendo a víctimas del delito.

Si mi sola presencia violentara el “estado laico” no podría entonces entrar a ninguna oficina de gobierno, se me prohibiría hablar con las autoridades gubernamentales, las puertas del palacio de gobierno estarían cerradas para mí, no me podría sentar a la mesa con ningún funcionario público. Les informo que un presidente de la República me convocó junto con otro grupo de sacerdotes a Los Pinos para dialogar un conflicto nacional. ¿Ese personaje rompió el “estado laico”? ¿Sacarían de palacio de gobierno las imágenes del cura Hidalgo, de Guadalupe Victoria?

¡Cuidado con saludar a un cura porque se contamina su “pureza laical”!

Habría que poner a la entrada del palacio de gobierno y a la entrada de cualquier oficina gubernamental un letrero que diga: “Se prohíbe la entrada a cualquier ministro del culto”. ¡Ridículo! ¿De dónde les vendrán tantos traumas a estas personas que temen perder su “laicidad”? ¿Por qué no descaran más sus fobias?

¿Mi sola presencia rompe y violenta el “estado laico”?

Los invito a que se quiten la sotana que se han puesto en los ojos y se aventuren a sumarse para construir un país más digno y un estado más grande.

¿Cuándo seremos capaces de superar lo que nos separa para preocuparnos más unos por otros? Para esto se necesitan altos niveles de madurez e inteligencia, difíciles de encontrar entre muchos “dueños” de la ley. ¿Qué nos falta para aprender a reorientar los pasos hacia el compartir y el colaborar? ¿Qué nos falta para aprender a romper egoísmos y construir comunidad?

Recientemente leí que “el futuro demanda que cada quien asumamos una responsabilidad cada vez más amplia en medio de una tierra demasiado parcelada. Caduca para siempre aquello de “¡Sálvese quien pueda!”… que hizo insostenible la vida, que nos colocó al borde del abismo colectivo. La diabólica deriva de pensar sólo en primera persona ha puesto en cuestión el futuro del planeta y de la humanidad. Toca ahora ensayar lo nunca probado a gran escala: anteponer los intereses colectivos a los personales, pensar en el beneficio de la comunidad antes que en el propio. Ya no vivir sólo para nosotros y los nuestros, sino convertirnos cada quien en guardianes del otro, en custodios de la comunidad global.”

Por delante nos aguarda aquella era por fin fraterna, el tiempo de la ayuda mutua, de la prevalencia del principio superior de solidaridad universal, de la máxima sagrada de unidad en la diversidad. O rompemos paradigmas o vamos al fracaso.

 

Javier Ávila Aguirre, S. J.

Presidente

Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos, A. C.