¿Daños Colaterales?

Por: Javier Ávila A. S.J.

Durante el mandato de Felipe Calderón –es de todo el mundo conocido- se desató una guerra absurda con miles, miles de muertos y gente inocente desaparecida. A este suceso le llamaron “daños colaterales”. Fue uno de los macro proyectos sexenales del anterior Presidente: la guerra declarada contra el narcotráfico sin importar los precios que el pueblo ha venido pagando. Ni las muertes paran, ni los desaparecidos aparecen, ni los abusos e injusticias se terminan, ni los macroproyectos se corrigen, ni se llevan con ética.

Ya no es la “guerra contra el narcotráfico”; ahora es el gasoducto El Encino-Topolobampo que viene dejando infinitud de “daños colaterales” a los que urge prestar atención.

Mucho se ha escrito y publicado en la prensa sobre el proyecto alertando la cantidad de riesgos, abusos, injusticias y violaciones a la ley. También ha aparecido una que otra pluma aplaudiéndolo y tratando de convencer a la sociedad de las “bondades” que éste trae y de los supuestos beneficios que dejará al país. Me quedo con los primeros escritos luego de ser testigo en el terreno de los hechos de las violaciones a los derechos humanos, las violaciones a la ley, los abusos y las injusticias que ha venido acarreando esta multicitado macro proyecto.

Recientemente más d 40 trabajadores que instalan la tubería del gasoducto en el tramo de Bawichibo “KP 296”, según las siglas que se utilizan, tuvieron que parar el trabajo como protesta a la serie de irregularidades, injusticias y abusos que la Empresa COCOMEX ha ocasionado como poner a trabajar a la gente sin un contrato firmado, sin las prestaciones que marca la ley, en situaciones de mucho riesgo, bajo lluvia y descargas eléctricas tan peligrosas en la región serrana, sin pago justo de las horas extras trabajadas, etc., y bajo el mando de dos europeos prepotentes, déspotas, racistas, a quienes se les olvidó que la conquista fue hace más de 500 años, aunque pretendan seguirla llevando a cabo muchos países. ¿Alguien se los puede recordar?

Casualmente en el momento en que los trabajadores pararon la maquinaria, por arte de magia aparecieron impresos los contratos para cada uno y las amenazas de despido si no lo firmaban y continuaban la obra. Con valiente decisión permanecieron en su negativa hasta que pudieron dialogar con autoridades superiores.

Hubo promesas a la gente para que regresara al trabajo, promesas que espero hayan cumplido, pero los “daños colaterales” no paran. La mencionada COCOMEX acarrea deudas con proveedores, presumiblemente por su incapacidad financiera. Ha hecho también promesas para finiquitar sus deudas, promesas que no se han cumplido, las deudas se mantienen y los acreedores son engañados.

¿No hay empresas en México con honestidad y ética profesional para hacer estos trabajos? Las personas que contrataron los servicios de esta empresa ¿ignoraban su incapacidad económica? ¿Hubo otras razones, algunos “compromisos” previos para otorgarles estos contratos? Recordamos que en México todo es posible.

Mientras tanto, las devastaciones, los daños ecológicos, los perjuicios forestales que se hacen por donde pasa el proyecto siguen presentes. Y aunque se paguen los metros de “ocupación temporal”, el pago sólo sirve para invadir, dañar, y depredar con la conciencia tranquila. A pesar de las leyes y los diálogos que se han tenido con funcionarios de las empresas involucradas el proyecto no se detiene y el pueblo sigue sin ser consultado ni respetado, sin solucionar de raíz los múltiples conflictos generados en la Tarahumara.

Así se llevan estos proyectos de “tanto beneficio” para el país como las huestes legislativas lo pregonan y han aceptado, o por línea de su propio partido o porque no tienen conciencia o por ambas cosas que siempre vienen en el mismo paquete de los “vendepatrias”.

Quedaría para más adelante comentar también tanto “beneficio” que otro macro proyecto, el Plan Turístico Barrancas, sigue dejando a las comunidades indígenas.

“Presidente de la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos, A.C., Creel, Chih.