La rebelión de las mujeres

La Marea Verde

Por Raúl Ramírez Baena*

No se nace mujer, se llega a serlo

Simone de Beauvoir

A lo largo de la historia existen múltiples registros de mujeres que se han manifestado para exigir sus derechos. Clubes de mujeres en la Revolución Francesa publicaron en 1791 la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, redactada por Olympe de Gouges, con el fin de completar la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada dos años antes por la Asamblea Nacional Constituyente de Francia. Aquellos intentos fueron brutalmente acallados, como lo evidenció la prohibición de los clubes de mujeres y la ejecución de Olympe de Gouges

El Siglo XX fue testigo de movilizaciones en Europa que en ocasiones se tornaron violentas y que fueron reprimidas, como el de las sufragistas inglesas para demandar el voto femenino.

México ha sido un país con una tradicional cultura machista, históricamente dominado por la figura patriarcal en todos los ámbitos de la vida pública y privada.

Según estudios antropológicos, en el México prehispánico “… la opresión femenina se basa en la necesidad de controlar a las mujeres tanto por su capacidad de producción como de reproducción. La supremacía masculina fue una de las primeras formas de opresión social y precede a la división clasista. Sin embargo, cuando ésta surgió, el poder se organizó entre una clase dominante y otra dominada, persistiendo la subordinación femenina” (Delfín G., Martha, 2003).

“Las mujeres del pueblo tributaban, cuidaban casa e hijos, colaboraban con el marido en las actividades agrícolas, fabricaban el vestuario para su familia y las mantas necesarias para cubrir el monto del tributo asignado a su barrio, y acudían periódicamente a las casas señoriales para realizar tareas domésticas (…) Las mujeres podían dedicarse a estas tareas siempre y cuando no descuidaran las funciones básicas que por género y estrato social se les tenían encomendadas.” (ídem).

Tampoco es casual que, tras la violenta conquista y el genocidio indígena en Mesoamérica, la figura femenina de “La Malinche” representa para lo mexicano la traición a la patria. El “malinchismo” es algo que ha quedado fijo en la mente de las y los mexicanos desde la llegada de los conquistadores españoles, hace ya 500 años.

En el México revolucionario, las soldaderas o adelitas jugaron un papel primordial en el movimiento armado y, sin embargo, por muchos años quedaron relegadas a la sombra de la historia, que se centró en los personajes masculinos.

Margo Glantz dice que, en la Revolución Mexicana, la invisibilidad de las soldaderas se debió a una premisa machista y malinchista; aquel mexicano que prefiere lo que proviene del extranjero a lo producido dentro del país. “Ser mujer y mexicana implica una doble marginalidad, sino también la desaparición”, sostiene Glantz.

Después de la Revolución inicia un movimiento feminista sufragista, demanda que finalmente se concreta el 17 de octubre de 1953, fecha en que el presidente Adolfo Ruíz Cortínez emite el decreto presidencial que restituye el voto de las mujeres en México.

A partir de los años 70 del siglo pasado comenzaron las manifestaciones públicas de feministas, al igual que las primeras marchas de la comunidad de la diversidad sexual, principalmente en el Distrito Federal, entonces grupos minoritario, muy combativos, cobijados por los partidos de izquierda, principalmente por el Partido Revolucionario de las y los Trabajadores (PRT).

A la par de las conferencias mundiales y los tratados internacionales para prevenir la discriminación y la violencia hacia las mujeres, hay una evolución progresiva de sus derechos humanos, traducida en leyes, políticas públicas, organismos públicos y mecanismos de prevención, protección y sanción. Pero esto no es suficiente en una sociedad fuertemente machista y patriarcal.

En la medida que crece la violencia criminal y las violaciones graves a los derechos humanos en México a partir de la Guerra a las Drogas de Felipe Calderón, crece también la desvalorización social y violencia hacia las mujeres, medido en el hostigamiento sexual y laboral, la violencia familiar y los delitos y crímenes contra mujeres, hasta llegar a niveles inaceptables traducidos en feminicidios (crímenes de mujeres por su condición de mujer). Los esfuerzos gubernamentales para prevenir estos delitos han sido insuficientes.

En este año se desarrollaron dos importantes movilizaciones feministas: el 16 de agosto, en todo el país, contra la violencia de género, y el 29 de agosto, en el marco del “Día de Acción Global por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito”, las mujeres, en su mayoría jóvenes, invaden las calles de las principales ciudades del mundo y del país, manifestaciones no exentas de provocadores en la CdMx cuyo objetivo es distraer sobre las causas de la movilización y empañar sus legítimas demandas.

Estos movimientos reivindicatorios radicales no se libran de fuerte oposición proveniente de grupos conservadores tradicionales y de sectores de iglesia que se resisten al avance progresivo de los derechos de las mujeres, como el derecho a decidir sobre su cuerpo, a la despenalización del aborto y contra la violencia de género y su expresión más brutal, los feminicidios; movimientos retardatarios que se nutren de la desinformación y de prejuicios fuertemente arraigados en la sociedad.

Por lo pronto, la aprobación de la despenalización del aborto por el Congreso de Oaxaca ha sido un aliento y una motivación para avanzar en las reivindicaciones en torno a los derechos de las mujeres.

*Director de la Comisión Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste